La niebla y la doncella   ::   Silva Lorenzo

Страница: 190 из 226

Su informe, después de varias horas y media docena de entrevistas, podía resumirse muy brevemente, y Morcillo, que no era propensa alderroche, obró en consecuencia:

– Nadie conoce a esa rubia. Fuera cual fuera la relación entre los dos, creo que tenemos que deducir que era muy reciente.

Medité sobre esa idea, y sus posibles implicaciones de cara a la investigación. Si ninguno de sus amigos había visto nunca a Iván con aquella chica, si la única que podía reconocerla, y no con seguridad, era Desirée, que estaba además en La Palma, parecía evidente que aquélla no era una pista llamada a ofrecer resultados inmediatos. Y había otra que estaba mucho más caliente. Decidí olvidarme por el momento de la rubia y concentrar todos los esfuerzos en lo que ahora me quemaba. Les puse en antecedentes:

– Nosotros hemos dado con algo, aunque todavía lo tenemos que confirmar. Parece que el Moranco es más importante de lo que hemos creído hasta aquí, y que está en relación con otro pájaro más importante aún. Da la impresión de que no nos hemos enterado de nada hasta ahora porque alguien ha impuesto una ley del silencio que alcanza a nuestros propios confidentes. Hace media hora quedamos con uno que ha faltado a la cita.

Morcillo me escuchaba con atención. Nunca había sido partidaria del móvil del ajuste de cuentas entre traficantes, pero eso no quitaba, interpreté, para que lo asumiera disciplinadamente si su superior se lo pedía.

– Chamorro y yo vamos a seguir un hilo que acaban de darnos -continué-. Lo que quiero que hagáis vosotros es moveros por todas partes, preguntando al mayor número posible de gente por el Moranco y la Cheli. Empezad por el local que tienen en las afueras, que ahora estará ya concurrido de clientes. Y luego seguid por los sujetos de la lista que os va a pasar Chamorro. Pero no dejéis de preguntarle a cualquiera, en cualquier bar. Y sacadle la placa a todo el mundo, y si a alguno lo veis nervioso le dais caña. Quiero que en toda la puta isla se sepa que la Guardia Civil está buscando a esos dos.

– A tus órdenes, mi sargento -acató Morcillo.

– Pero por favor, tened cuidado. Que uno pregunte y el otro ande atento y cubriendo siempre las espaldas.

– Descuida. Aquí éste, además de buena vista, tiene buen oído.

– Pues en marcha.

Morcillo, siempre seguida por Azuara, subió al coche y lo puso al instante en movimiento. Aunque no conducía tan al límite como Anglada, tampoco se andaba con melindres. Al pensar en Ruth, una ráfaga de recuerdos vino a turbar mi serenidad. Pero me la sacudí en seguida y cogí el teléfono.

|< Пред. 188 189 190 191 192 След. >|

Java книги

Контакты: [email protected]