La niebla y la doncella :: Silva Lorenzo
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Аннотация: No siempre las cosas son como parecen y a menudo, lo obvio no resulta ser lo real. Al sargento Bevilaqua le encomiendan la tarea de investigar la muerte de un joven alocado en la Gomera. Todo apuntaba a Juan Luis Gómez Padilla, político de renombre en la isla, al que un tribunal popular absolvió a pesar de la aparente contundencia de las primeras pesquisas. El sargento y su inseparable cabo Chamorro intentarán esclarecer este embrollado caso, con presiones políticas y con la dificultad añadida de intentar no levantar suspicacias al reabrir un caso que sus compañeros daban por cerrado.
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Lorenzo Silva
La niebla y la doncella
Para mi madre, sobra decir por qué
ADVERTENCIA USUAL
La experiencia enseña que conviene advertirlo, y en esta ocasión conviene no menos que en otras: aunque algunos de los lugares que aparecen en este libro están inspirados, siempre libremente, en lugares reales, los personajes, así como los hechos narrados, son por completo fruto de la invención.
Esta piedra a natural miente uertud
en si de tirar el fierro con muy grand
fuerça. Et pot que semeia grand marauilla
alos que non saben la natura
delas propriedades delas cosas, que
esta piedra, que es caliente et seca,
pueda tirar el fierro que es frio et seco,
dezimos que non se deuen maraui-
llar por ello; casi bien pararen mien-
tes alos dichos delos sabios, fallaran
que todas las cosas que tiran unas a
otras lo fazen en dos maneras; o por
semeiante o por el contrario.
ALFONSO X, Lapidario
Capítulo 1 UN COCHE ROJO
Siso, con una sonrisita astuta, dejó el alfil blanco sobre el tablero.
– Me temo que la dama está en apuros -dijo.
Anglada, cuya mirada baja y cuyos índices unidos bajo la nariz lo mismo podían significar concentración que aburrimiento, observó apenas durante un par de segundos la posición que su compañero acababa de crear. Concluido su análisis, alzó hacia él unos ojos brumosos y escépticos.
– Desde luego, tío, no hay nada tan audaz como la ignorancia.
Los dedos de Anglada se apoderaron de la dama negra y la sacaron de la trampa. De paso, le clavó a Siso un caballo, aunque sin demasiada fe en que su compañero se percatase a no ser que pensara en moverlo.
– Joder, Anglada, contigo no hay manera.
– Para ti, no -anotó Anglada, sin piedad.
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