La niebla y la doncella :: Silva Lorenzo
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Por aquella zona la niebla era mástenue que a la salida del túnel, pero lo veían desaparecer tras las curvas una y otra vez temiendo no volver a divisarlo.
– Juraría que es un BMW ranchera. No de los nuevos. Y juraría que los dos primeros números de la matrícula son dos sietes.
– Joder, qué vista tienes, tío. Yo bastante tengo con no perderlo.
Anglada sabía que si se trataba efectivamente de un BMW, y el conductor era un tipo decidido y experto, no había nada que hacer. Con semejante cacharro le sacaba una pila de caballos, y además ella tenía que andar pendiente de no hacer los giros demasiado bruscos para que su vehículo, mucho más alto, no volcase. Pese a todo, mantuvo la persecución. Su única esperanza era no perderlo de vista en el trecho que quedaba hasta el túnel y tratar de seguir a su estela hasta algún lugar donde pudieran interceptarlo. Pero a medida que se acercaban al túnel, la niebla se iba haciendo más espesa. Las dos luces rojas se desvanecían irremediablemente, y a Anglada le escocían los ojos de intentar verlas. El del BMW daba por sentado que no vendría nadie de frente, o había aceptado que si alguien venía se estamparía contra él. Trazaba las curvas aprovechando toda la anchura de la calzada.
– Lo vamos a perder -maldijo Siso.
– Hago lo que puedo -aseguró Anglada.
Al fin, el coche rojo desapareció, tragado por la niebla. Anglada continuó acelerando tanto como la carretera y su máquina le permitían, que cada vez era menos, salvo que arriesgara su vida y la de su compañero con la misma temeridad que exhibía su perseguido. Siso aporreaba el salpicadero.
– Se nos larga, coño, se nos larga.
Llegaron al túnel. Anglada lo cruzó en menos tiempo del que había invertido jamás en hacerlo. Pero cuando salieron al paisaje de montes áridos bañados por la luz de la luna, no vieron ni rastro del coche rojo.
– Será cosa de dar el aviso, por si se dirige hacia allá.
– Ya sería casualidad.
– Bueno, quién sabe.
Siso cogió la radio y llamó a la casa-cuartel.
– Qué pasa, Siso -respondió el cabo Valbuena, que estaba de guardia.
– Un coche sospechoso. Lo hemos estado persiguiendo por el parque, pero se nos ha escapado. Un BMW rojo, ranchera. Los dos primeros números pueden ser dos sietes, no te lo confirmo. Dos individuos.
– ¿Y de qué es sospechoso el coche?
– Salió a toda pastilla, al vernos.
– Toma, yo también saldría a toda pastilla, si me diera de pronto y de noche con tu careto en mitad del parque.
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