La niebla y la doncella :: Silva Lorenzo
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Le agradeceré si puede prepararnos esa lista que nos dijo antes, con todas las personas y empresas que tengan alguna relación con el hotel, la inmobiliaria y la compañía de transporte. Observo que nos aguarda un trabajo poco prometedor, pero qué le vamos a hacer.
– Déme al menos un día. Y se la preparo.
– Gracias. Verá, hay otra cosa que quisiera preguntarle.
– Pregunte usted.
Le hice aguardar mi pregunta durante unos segundos. Y antes de formularla, miré de reojo a Chamorro, de forma que él pudiera percatarse de que lo hacía. Mientras tanto, mi compañera le escrutaba, hierática.
– ¿Conoce usted a Juan Luis Gómez Padilla?
Pizarro no se apresuró a responder. Pero cuando lo hizo, fue firme:
– Por supuesto.
– Perdone, ¿por qué por supuesto?
– Ha sido concejal durante años, ha sido vicepresidente del cabildo, y hasta hace un año salía en los periódicos un día sí y otro también. Ya sabrá usted por qué, me imagino que no necesita que yo se lo cuente.
– No le pregunto si le conoce de los periódicos. Sino en persona.
– También. He tenido que negociar con él a menudo.
– ¿Y qué tal se lleva con él?
– No somos amigos, ni enemigos -explicó-. El cumplía con su papel, y yo con el mío. Las relaciones siempre fueron correctas, aunque no siempre tuviéramos el mismo punto de vista. Creo que es un hombre honrado, como político, quiero decir. De lo otro no sé más que lo que leí en la prensa.
– ¿Tomó alguna vez el señor Gómez Padilla, que usted recuerde, decisiones contrarias a sus intereses empresariales, señor Pizarro?
No podía dejar de ver la intención de la pregunta. Y eso era justamente lo que buscaba, que se viera en la línea de fuego, a ver qué hacía. Pero Pizarro no se arrugó, y optó por reaccionar de una manera didáctica:
– El interés de un empresario es siempre ganar el mayor dinero posible. El político tiene el interés de ganar las elecciones. A veces esos intereses no coinciden. Y el político resuelve. Pero no pasa nada. El juego es así.
– Entiendo que su respuesta a mi pregunta es sí.
– Gómez Padilla, y otros políticos antes y después de él, han tomado decisiones que no me convenían. Con ello contaba. Llevo treinta años en el mundo de los negocios. Debo bregar con disgustos peores que ésos.
– Ya veo -asentí.
PP aprovechó mi silencio, o más bien no quiso que durara.
– ¿Qué tiene que ver todo esto con la muerte de su compañera?
– No lo sé -respondí-. Puede que nada.
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