La niebla y la doncella   ::   Silva Lorenzo

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Me va acostar tenerte lástima, mi sargento primero.

– Ya lo sé.

– Y devolviéndote la cortesía, ya que respetas nuestra inteligencia y no tratas de ofenderla, al menos en el detalle de la huella, supongo que eres consciente de que tu cuento te plantea ciertas dificultades.

– Claro.

– Por ejemplo, te exige un culpable alternativo para la muerte del chico.

– Lamentablemente, lo tengo.

– ¿Lamentablemente?

La expresión con que entonces me observó Nava no sé si era irónica, cruel o tan sólo desesperada. Pero me sobrecogió.

– Vamos, Vila -dijo-. Ya lo has pensado. Sería impropio de la astucia que me has demostrado hasta ahora no haberlo hecho. Sabes quién lo hizo.

– No lo sé, si no fuiste tú -me resistí.

– ¿También vas a decirme que no sabes quién era la chica rubia?

Noté que Chamorro me vigilaba. Le había contado mi conversación con Desirée Gómez, y le había razonado por qué, en combinación con otros muchos indicios reunidos aquí y allá, me llevaba a creer que Nava tenía que estar implicado; pero respecto de la otra cuestión que la revelación de la muchacha planteaba, había preferido ser bastante más ambiguo. Y ella, aunque había comprendido la evidencia, me había permitido que lo fuera. Lo que preguntaba ahora Nava, sin embargo, no admitía ambigüedad alguna.

– No sé de qué color tenía el cabello Ruth -dijo-. Siempre se lo vi teñido. Entonces iba de rubia. Poco después, cuando se dio cuenta de que la chica la había visto con Iván, aunque hubiera sido rápido y de refilón, prefirió teñirse de morena oscura. Creo que era tirando a castaña, en realidad. En todo caso, lo has tenido chupado, no puedo creer que se te haya pasado la fotografía de ella que publicaba hoy el periódico. Porque era precisamente una foto de aquella época. De cuando todavía iba de rubia. De rubia fatal.

Si sólo hubiera sido aquella foto, me habría empeñado en creer en una casualidad, por rocambolesca que pudiera parecer. Pero estaba todo lo demás. La peculiar actitud de Ruth durante la investigación; su empeño en menoscabar, aun con sutileza, cualquier pista que no condujera a Gómez Padilla; o cómo había coincidido la desaparición de ciertos testigos con el momento en que ella había sabido que nos acercábamos a ellos.

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