La niebla y la doncella   ::   Silva Lorenzo

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Lo que yo deseaba era que pudiera dar alguna coartada, y que eso condujera la investigación a un callejón sin salida, hasta que los jefes y los jueces se aburrieran y el caso empezara a criar polvo. Salió aún mejor, con un juicio y una absolución unánime del jurado. Lo crítico son los primeros momentos, que es cuando la gente está en tensión y las pistas frescas. Luego todo se relaja mucho. O eso pensaba, hasta que me las he tenido que ver con vosotros.

– Pero ese hombre pasó un año en la cárcel.

– No me siento orgulloso. Ya he dicho que había cosas que me pesaban, y que estoy dispuesto a pagar. Ésa es una de las más feas.

– No nos estás diciendo todo -sugerí.

– ¿Qué es lo que me callo?

– Que a tu socio le convenía quitar de la circulación al concejal. A quien le denegaba licencias y le limitaba las ganancias.

– Mi socio -evocó-. Pobre. Me lo imagino ahora, cagándose por la pata abajo. Y no sabe lo que se le viene encima. Eso pasa por jugar con fuego.

– Tampoco a él pienso tenerle lástima. Pero va después de ti.

– Pues se la podrías tener. Cuando se enteró de lo que habíamos hecho, estuvo a punto de desmayarse, del espanto. Tiene la mano rápida para coger los beneficios, pero le faltan huevos para manchársela.

– ¿Me estás diciendo que él no sabía nada?

– Coño, ni siquiera lo sabía yo. Ya te lo estoy diciendo. Fue ella. Cuando yo llegué, me encontré ya con el muerto y el charco de sangre.

– Qué vas a ganar dejándole fuera, Nava.

Meneó la cabeza.

– Nada, tío, ya lo sé. Yo estoy frito. Y no te creas que no me apetecería echarlo a los leones, por gallina y tacaño, pero no soy tan cabrón.

– No te puedo creer.

– Te lo juro. Él se enteró cuando Iván ya estaba muerto y cuando ya habíamos hecho la farsa para colgarle el marrón al concejal. Era como matar dos pájaros de un tiro. Todo se le ocurrió a ella, que tenía la mente más retorcida que me he echado a la cara. El concejal era el mejor culpable que podíamos encontrar, por sus broncas con el chico, y encima andaba estorbando. Verde y con asas. Yo me limité a poner en práctica la idea, porque algo había que hacer y aquélla me pareció tan buena como cualquier otra. Y el pobre PP se encontró el pastel con la guinda puesta, y a partir de entonces tuvo que vivir con el miedo de que le acusaran de un asesinato.

– Lo que tampoco os vino mal, suponiendo que me crea la historia.

– Pues no. Un socio que tiene mucho que perder es más fiable.

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