La niebla y la doncella   ::   Silva Lorenzo

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– Sí, eso ya te lo he oído antes -replicó Chamorro-. Y como siempre que te lo oigo, me pregunto por qué sigues haciendo este trabajo.

– Porque en el fondo me divierte.

– No trates de ser cínico, mi sargento. No se te da bien.

– Ya me conoces, Virginia. En realidad, soy un iluso. Sigo en esto, bueno, por si queda alguna esperanza de encontrar el modo de disuadir a la gente de que joda al prójimo. Y si no la hay, por completar el dibujo. Porque cuando alguien se cobra a un semejante, hay algo que exige que haya un perro dispuesto a cazar al cazador. Es un trabajo de mierda, pero alguien tiene que ocuparse. Alguien que no tenga nada mejor en lo que gastar su tiempo.

Chamorro me conocía ya un poco, en efecto, y sobre todo conocía mi retórica. Por eso, por la confianza, me explayaba así. Ella no se dejó impresionar.

– Yo no creo que sea un trabajo de mierda. Prestamos un servicio a la sociedad. Un servicio importante, o no menos importante que otros.

– En la vida, Virginia, hay dos clases de personas. Los que pueden estar completamente seguros de lo que hacen y los que no. Está claro dónde encaja cada uno de nosotros, para tu fortuna y para mi oprobio.

– Supongo que crees que voy a entrar al trapo. Pero ya no me picas, ni me despistas. Sé que serías incapaz de hacer otra cosa en la vida.

– ¿Y?

– Que estás tan seguro como el que más.

Me encogí de hombros.

– Bien, con esta interesante y asombrosa conclusión, creo que podemos dar por terminada mi sesión de psicoanálisis. Volviendo al asunto…

– Vale. No gastes más saliva. Ya me has respondido.

– ¿Cómo dices?

– Pues eso, que ya me he enterado. Tomo nota. El ex concejal Gómez Padilla está incluido en nuestra lista de sospechosos.

Dejé que una sonrisa levemente aviesa torciera mis labios.

– Peor que eso, Chamorro. Por ahora, es nuestro único sospechoso.

– Bueno, salvo que pensemos en la madre, o en Desirée.

Observé a mi compañera con notoria reprobación.

– Hablaba en un plano estrictamente teórico -dijo.

– Por favor, cabo, gánese su sueldo y la consideración de su superior.

– Está bien. ¿Puedo hacer un comentario?

– Adelante.

– Esto es un marrón inmundo. Mucho tiene que sonreírnos la suerte para sacar algo en limpio en dos semanas.

– Pues claro, mujer, por qué te crees que nos lo encargan. Nunca olvides lo que dice el brigada Atienza, que para eso es el más viejo de la unidad.

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