La niebla y la doncella :: Silva Lorenzo
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Pudimos hablar largamente con nuestros compañeros, y resolver sin ninguna prisa todas las dudas que nos había planteado la lectura del expediente. Y es que, según nos dijeron en su oficina, el subdelegado del gobierno no podría recibirnos hasta por la tarde. Sin embargo, había dado instrucciones de que no se nos ocurriera salir hacia La Gomera sin verle. Eso iba a obligarnos a hacer noche en Tenerife, cosa que en principio no entraba en nuestros cálculos, pero obviamente el subdelegado del gobierno tenía en la cabeza cuestiones más importantes que nuestros miserables problemas de alojamiento. Por fortuna, el teniente Guzmán nos echó una mano para conseguir un hotel. Además de eso, tuvo el detalle de invitarnos a almorzar en un restaurante económico, pero digno. Se notaba que le gustaba oficiar de anfitrión, y no se le daba nada mal. Su amabilidad, y las facilidades que nos había dado para revisar la investigación que había llevado a cabo su gente, absteniéndose de interferir mientras hablábamos con ellos, me animaron a consultarle un extremo algo peliagudo. Admito que me costó hacerlo, no sólo porque él pudiera considerarlo una impertinencia por mi parte, sino también por si le inclinaba a tomar una decisión contraria a mis apetencias personales. Prevaleció en mí, no obstante, el rigor profesional. Aprovechando un momento en que nos quedamos a solas él y yo, le pregunté:
– ¿Por qué no me has asignado a Morcillo?
Guzmán me observó con interés.
– ¿La preferirías?
Había cierta picardía en la pregunta, que preferí pasar por alto. La verdad es que Morcillo era una mujer mucho menos atractiva que Anglada.
– No sé -repuse, en un tono neutro-. Participó en la investigación. Conoce bien el caso. Parece curtida, y lista.
– Anglada también es lista. Ya lo verás.
– Entiéndeme, no quiero meterme donde no me corresponde. Ni digo que Anglada no pueda aportar cosas. Sólo es que me choca que no elijas para acompañarnos a quien mejor domina los antecedentes del caso.
– Tengo tres razones. Y si quieres te las digo.
– Oye, mi teniente, que no tienes por qué justificarte. Tú mandas.
Guzmán asintió, conciliador.
– La primera razón -dijo- es que Anglada se presentó voluntaria, cuando dije que veníais. Cosa que no hizo Morcillo. La segunda es que Anglada también está al tanto de los antecedentes del caso, y además conoce la zona y algunos detalles mejor que nadie. De hecho, cabe pensar que vio al asesino. Y la tercera es que Morcillo, aunque sepa disimular, está quemada con esto. Prefiero que llevéis a alguien que pueda cogerlo con entusiasmo.
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