La niebla y la doncella :: Silva Lorenzo
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– Le aseguro que haremos cuanto esté en nuestra mano para merecer esa confianza, señor subdelegado del gobierno -me apresuré a decir, sin arredrarme ante lo inadecuado que resultaba su título para ser declamado con naturalidad en una fórmula adulatoria-. Aunque le aseguro que nuestros compañeros, desde el teniente aquí presente hasta el último de sus hombres, no son peores profesionales que nosotros. Hay que hacerse cargo de que la investigación criminal es siempre una labor incierta. Por otra parte, el trabajo que hicieron ellos nos ayuda a empezar el nuestro con ventaja. Si sacamos esto adelante, será en gran medida gracias a sus esfuerzos.
La forma en que me observó el subdelegado del gobierno me hizo suponer que había logrado parecerle un buen chico y que mi comandante no recibiría quejas de mí. Eso era todo lo que creía poder conseguir de aquella entrevista, así que me permití sentirme contento con mi desempeño.
Pero antes de despedirnos, el subdelegado del gobierno, debo reconocerlo, me suministró algunas pistas útiles para mi trabajo. Y lo hizo casi sin querer, buscando posiblemente llevar a mi ánimo algo distinto.
– Me gustaría que fueran a ver cuanto antes a mi cuñada -dijo, una vez que nos pusimos en pie-. Así tendrá la sensación de que todo está de nuevo en marcha, de que estamos trabajando. Sé que eso la animará mucho.
«Y quizá deje de llamarte todas las noches para abroncarte», pensé, pero no sólo lo comprendí, sino que vi la oportunidad de confortarlo:
– Es lo primero que haremos. La investigación así lo exige.
– Se lo agradezco. Hay algo que debo advertirle, sargento -aquí su tono se volvió confidencial, y sus ojos buscaron los míos sin recurrir al artificio aprendido, con un impulso por primera vez humano y espontáneo-. Mi cuñada es una persona, cómo decirlo… Supongo que lo mejor es no andarme con rodeos. No sé muy bien cómo era antes, pero lo que sí puedo decirle es que la muerte de su hijo la ha trastornado mucho. A veces, podría considerarse que no está en su juicio. Le contará cosas extrañas, o disparatadas, y es posible que no le resulte nada fácil hablar con ella. Puede ponerse agresiva, derrumbarse, en fin, mejor será que no descarte nada. Por otra parte, está sometida a una medicación muy fuerte, conviene que lo sepa. Honestamente, no sé si le resultará demasiado fiable lo que pueda decirle.
– Tendré que arreglarme con ello -respondí-. Es la madre y no puedo dejar de hablar con ella. Pero no se preocupe, que me hago cargo.
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